Religión vial
- SC Periodista
- 20 oct 2019
- 4 Min. de lectura
*Este es un comentario adaptado de una publicación de un trabajo universitario sobre movilidad, enfocado en las bicicletas.
Para hablar de las bicicletas surgen aspectos determinantes a la hora de establecerlas como medios de transporte. En otras palabras, quien maneja cicla sabe a lo que se va a enfrentar por el contexto en el que desarrolla esta práctica. En la capital de Colombia, Bogotá, también denominada capital mundial de la bicicleta, los factores más recurrentes que influyen son la contaminación (calidad del aire), la inseguridad (posibilidad de hurtos), la integridad (en caso de accidentes), la infraestructura (calidad y cantidad de vías para ciclistas), y por último la cultura vial (conocimiento y tolerancia). Sin embargo, tras el análisis de los diferentes actores viales, en especial el ciclista, surge un punto disruptivo que se planta como un aspecto, inesperado, determinante para hacer uso de la bicicleta en la ciudad.
La religión, en palabras del creador del Ciclo Paseo de los miércoles, Andrés Vergara, es uno de los temas que más se debe mejorar para sobrepasar las dificultades viales. Y no. No se habla de un catolicismo, un cristianismo, un budismo o un judaísmo. El tema no es tan literal como se escucha (igual que la religión en sí); tiene que ver en términos generales con aspectos de fanatismo o devoción: cuestiones pasionales. Estos, al ser precisamente desbordados, desvirtúan en cierta medida la visión del bici-usuario.
En varios de los testimonios recogidos, en el proyecto, se planteaba que la bicicleta pasaba de ser una ayuda, a convertirse en una pasión para quien la usa. El hecho se entiende desde la rutina; básicamente, al compartir tiempo específico con este ‘aparato’, al lograr una tranquilidad económica y al liberarse del tráfico, se genera un vínculo de reconocimiento que termina adquiriendo tintes sentimentales. A los ciclistas, tranquilamente, les dolería perder su medio de transporte; aunque no se trate de un carro o una moto (que monetariamente representan más), los dueños de bicicletas podrían arriesgar incluso su vida para evitar perder su medio de transporte.
Al manejar bicicleta se genera una inyección de endorfinas y serotoninas, reflejada en la reducción del estrés y el aumento de la autoestima, además de la mejora de humor y la protección de patologías como la ansiedad y la depresión. Esta relación, comparable con las relaciones sentimentales (existen un par de registros de personas casadas con sus bicicletas), se han desfasado, y hoy por hoy ponen en riesgo la tolerancia vial.
Una de las enseñanzas infaltables en las academias de conducción (para el vehículo que sea), es la de manejar o ir siempre de manera defensiva, porque no se sabe cómo el contexto, entiéndase demás actores viales, va a presentarse. En los ciclistas, que probablemente no aprendieron a montar bicicleta en un centro de enseñanza, se terminó asimilando este concepto defensivo de manera casi obligada, o en peores términos, por instinto de supervivencia.
Esta noción defensiva, necesaria, ha generado un efecto secundario, como si de un experimento se tratase; en pocas palabras, se cree que la culpa es del resto de actores viales, independientemente de quiénes sean o dónde estén; se generalizan, se desacreditan e incluso se llegan a satanizar. Acá no se desconoce que existan conductores que cometan más imprudencias de las que deberían. Lo que sí se sobreentiende es que, como agentes viales, de una u otra forma, la responsabilidad es de todos. Todos cometen errores, todos son imprudentes, todos podrían ser más responsables, etc.
Sin embargo, para llegar a este punto de entendimiento, se debe pensar más por el compañero vial; ponerse en el sillín del otro para entender desde su perspectiva hasta su condición. De hecho, puede ser mucho más literal de lo que se escucha; y precisamente este es un punto que demuestra lo dicho por la religión. Para un católico el Corán es algo sin significado, sin entendimiento; lo mismo pensará el judío de la biblia. Pero ¿qué pasaría si el católico entendiera que la verdad va más allá de la percepción que le entrega su texto sagrado?
Sin entrar en debates religiosos, sino manteniendo el paralelo, el texto sagrado podría entenderse como la percepción del actor vial que, dependiendo de su vehículo, es muy diferente al resto. Si Traducimos la pregunta, podría entenderse como ¿qué pasaría si el ciclista entendiera que no solo cuentan sus intereses (integridad, economía, etc.), sino que se trata de un mundo de probabilidades diferentes? Sin sonar, tampoco, existenciales, la cuestión es tan sencilla como aplicable. El mensaje es tan directo como global.
Conductores de carro, de transporte masivo, motociclistas, ciclistas, muleros, etc.: no hay nada malo con que disfruten su movilidad, a su manera. Cada tipo de vehículo tiene cualidades muy diferentes a las del otro. Pero la cuestión no es defender su “gremio”. No. Se trata es de asumir posturas nuevas dentro del desarrollo vial. No existe el más mínimo problema en dejar la moto en la casa un día para viajar en cicla, o hacerlo en transporte público. Si se está cansado de la bicicleta, no tiene por qué aferrarse a esta si tiene la posibilidad de ir, por ejemplo, en carro. Es más, el hecho de utilizar otro transporte le permite a usted entender sus falencias, sus virtudes, así como las del otro. Por ejemplo, un motociclista, acostumbrado al uso de espejos, entiende que al montarse en una cicla se limita; por otra parte, el ciclista, al montarse en un carro, sabe que los espacios para los ciclistas deben respetarse, al igual que al indicar un giro próximo o cuando se estacione.
La cuestión es pragmática. No se trata de favorecer más a los ciclistas o conductores, sino que cada uno de estos actores disponga de una actitud más comprensiva respecto al otro representante vial. No hay que enceguecerse con un solo paradigma, cuando todos están puestos para permitir una mirada más completa.
Si se entendiera la movilidad como una cuestión global (ojo, que la tolerancia es solo una parte), se asumiría de manera más estandarizada y óptima para todos los actores inmersos en esta. Ese exorcismo vial al que tantísimos aspectos como el tráfico, someten al conductor, es el factor del que cada actor debe liberarse.
Comments