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¿Tenemos que callar?

  • Foto del escritor: SC Periodista
    SC Periodista
  • 20 sept 2019
  • 3 Min. de lectura

*Este comentario académico, hecho en clase, busca conmemorar la pérdida de quienes han buscado la verdad a todo costo. Lejos de ser una crítica estructurada, espera no dejar en el olvido a los que lucharon por la mejor causa: la verdad.


La libertad de expresión es un derecho fundamental consagrado, desde hace 68 años, en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ello implica que “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; además, incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.


De este derecho se origina la denominada Libertad de Prensa, que busca garantizar a los ciudadanos el derecho de organizarse para la elección de medios de comunicación, cuyos contenidos no estén controlados ni censurados por los poderes del Estado, ya que, en caso de presentarse irregularidades por parte de este, no habría cómo dejarlo en evidencia, pues “no se muerde la mano de quien te da de comer”. A su vez, este derecho permite que toda persona sea libre de publicar sus ideas sin ningún tipo de censura.


En este último aspecto se busca enfatizar el presente comentario, pues la labor de los periodistas es la de informar a la gente, independientemente de si la información es positiva o negativa, y sin importar quien se vea afectado (siempre y cuando las acusaciones entren en contexto, aporten a la denuncia expuesta y no afecten la integridad de la persona).

En el país, desde el año 1977, se han registrado más de 140 asesinatos a periodistas por una sola razón: dicen algo que a alguien no le gusta. Son sentenciados a muerte por sus denuncias; han pagado con sus vidas el sacrificio de defender o destapar la verdad. Reconocidos y emblemáticos personajes como Guillermo Cano (17 de diciembre de 1986), Jaime Garzón (13 de agosto de 1999), Orlando Sierra (1 de febrero de 2002) fueron asesinados por luchar contra la corrupción y las injusticias. Para inicios del 2018 (mayo), según la Fundación para la Libertad de Prensa, 131 periodistas han sido víctimas de alrededor de 108 violaciones diferentes a sus derechos e integridad como amenazas, tentativa de homicidios, trato inhumano y degradante.


La preocupación dentro del gremio es evidente. Se persigue a quien está en busca de la verdad; señalar lo que está mal en el país es el delito del periodista, porque pese a ser “la voz autorizada” para dejar en evidencia estos robos, no se están tomando las acciones pertinentes. Únicamente el 13% de los casos cuentan con una administración de justicia efectiva. Como en su momento lo dijo Guillermo Prieto (Pirry), “la Libertad de Prensa es una utopía asediada por la muerte”.


Esta impunidad vista con los actores (intelectual y material) de los asesinatos, da pie a que en el entorno del periodismo se pregunte: ¿Tendremos que callar? ¿Vale la pena poner en riesgo nuestra vida por dar una información relevante? Una pregunta que encuentra más dudas que certezas.


De acuerdo con la frase que mencionó, antes de su muerte, el en ese entonces subdirector del periódico caldense La Patria, Orlando Sierra manifestó: “Soy inmune cuando escribo, pero muy frágil cuando sale publicado”, el problema principal de la Libertad de Prensa radica en el momento en que los denunciados son gente con influencia, a la cual no le conviene dañar su buen nombre, por lo que toma medidas “pertinentes” para evitarlo.


En el momento de su asesinato, el caldense se encontraba frente a las instalaciones de La Patria, donde fue impactado en dos ocasiones en la cabeza, delante de su hija. El asesino fue capturado por la Policía poco después del hecho; su nombre era Luis Fernando Zapata, y sería condenado a 19 años y 6 meses de prisión. Sin embargo, resultó pagando únicamente 5 años y 8 meses de cárcel, por haber sido beneficiario de todas las rebajas posibles. Esto, sin lugar a duda, crea ruido en el proceso, pues el implicado, ni siquiera delató al autor intelectual del asesinato; queda sin responderle a la justicia, y aún así, se ve favorecido por sus rebajas penales.


El periodista era un referente del departamento y de la verdad. Según su hija, “la ciudadanía se dirigía a él si querían saber la verdad”; su trabajo, que lo había impulsado a ser el columnista más leído de la región y uno de los más respetados en el país, lo “condenó” a abandonar este mundo de manera injusta.


Al igual que Orlando Sierra, Jaime Garzón o Guillermo Cano, infinidad de periodistas dejan a un lado cualquier miedo, para darle prioridad a la lucha por la búsqueda de la verdad. Sin embargo, el fenómeno que ha callado a los más de 140 periodistas, sigue siendo una amenaza latente.

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SC Periodista.

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