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Efecto espejo

  • Foto del escritor: SC Periodista
    SC Periodista
  • 30 oct 2019
  • 4 Min. de lectura

En relación con lo acontecido a lo largo de octubre, se le podría ser denominar como "el mes de la protesta", o algo similar; más de cinco naciones, impulsadas por causas distintas, hicieron uso de este mecanismo de rechazo masivo para hacerse sentir como actores democráticos de cada uno de los territorios en mención. Cronológicamente hablando, durante el mes, Ecuador, Chile, Cataluña, el Líbano, Iraq y Bolivia alzaron su voz, como pueblo (o como parte significativa de este) para hacerle frente a irregularidades o injusticias que reflejan las desigualdades de cada territorio. Sin embargo, este décimo mes del 2019 solo ha intensificado esta tendencia, evidenciada desde comienzos del año.


Independientemente de sus causas, estos protocolos de rechazo han acompañado a los gobiernos democráticos, prácticamente, desde su composición. En términos generales, protestas como las marchas y las manifestaciones representan la exhibición pública de la opinión de determinados grupos activistas que, sin importar su enfoque (político, económico, ambiental, etc.) se aglomeran en las calles para mostrarla postura adquirida en torno a un suceso, una política, una denuncia, o inclusive una persona.


El éxito de una manifestación radica en la cantidad de gente que participa, virtual o presencialmente. Se desconoce si esta es la época de auge de las protestas; lo único cierto es el contexto en el que, ahora, se desenvuelven: la tecnología como herramienta de visibilización de causas, pero también de efectos. Se han roto, al menos en primera medida, las barreras comunicacionales, como la censura, con las que se ha intentado deslegitimar el acto democrático. El reto o riesgo -dependiendo de quien lo mire- gira en torno a los efectos colaterales que estos desarrollos puedan causar en territorios de situaciones 'similares'.


La situación de América Latina se particulariza debido, entre otras, a la consecución de las manifestaciones. Es decir, salvo Bolivia, donde la coyuntura apenas se está desenvolviendo, las protestas han alcanzado y respondido a las denuncias de los manifestantes. Lo dicho: además del aspecto democrático, es muy alentador para países vecinos ver este tipo de resultados, que responden a la pregunta de si vale la pena salir a las calles.

Por ejemplo, el 2 de octubre iniciarían las protestas, en Ecuador, en respuesta al alza de los impuestos y la gasolina; los actores principales de la manifestación fueron los indígenas, los transportadores y los estudiantes. “La protesta fue tan fuerte, que el Gobierno tuvo que ceder, y derrocaron la medida”, comentaba Germán Vanegas, dueño de una peluquería en Quito. Lo propio sucedería en Chile, donde la medida que “colmó la copa” fue la subida del precio del metro, generando así, movilizaciones en contra de las desigualdades económicas, ocasionadas por los altos costos de vida.


Camila Castro, estudiante colombiana que a raíz de las protestas debió abandonar su semestre de estudios en la Universidad Andrés Bello, en Santiago añade que la protesta ha sido una de las más controversiales, dado que Sebastián Piñera, presidente de la nación, decretó Estado de emergencia, luego pidió perdón al pueblo chileno por su falta de visión, y recientemente, solicitó a ministros de su gabinete que renunciaran a sus cargos. “El abuso de poder por parte de los milicos y carabineros (militares y policías chilenos, respectivamente) es muy alto. La gente no se deja, pero es difícil”, concluía Camila.


En la tercera semana de octubre se celebraron las elecciones generales en Bolivia, entre Carlos Mesa, Chi Hyun Chung, Oscar Ortíz y Evo Morales, actual presidente del país, y a quien se le acusa de tener una candidatura ilegal, pues perdió en el referendo convocado para cambiar el artículo de la Constitución Política del Estado que dicta que el presidente no puede ser elegido más de dos veces. Pese a esto, las elecciones se llevaron a cabo con normalidad.


"Con un computo del 83%, los bolivianos fueron dejados sin resultados por más de 20 horas", cuenta Davi Arteaga, estudiante de diseño gráfico, en Santa Cruz. Hasta ese momento se perfilaba una diferencia de votos de 43,8% para Evo Morales y 38% para Carlos Mesa, lo que anticipaba una 2da vuelta. Pasadas las 20 horas, el cómputo oficial comenzó desde 0%, pero ahora perfilando cada vez más el voto hacia el partido de Evo Morales, con el fin de lograr pasar el 50% y evitar una 2da vuelta. Ahora bien, pese al aumento económico promediado del 4,9% anual de Morales en sus 13 años de mandato, las protestas bolivianas responden a “la clara violación a nuestra Constitución, el fraude electoral de un candidato ilegal y a la desaparición de la democracia que años atrás costó recuperar”, dice Davi.


Internacionalmente, el cubrimiento de los medios pordía ser más profundo. Existen medios, como la BBC, que han intentado explicar el fondo de cada situación; mientras que medios de un talante inmediatista han generado simples nociones de lo que está sucediendo. Frente al cubrimiento nacional (de cada país, evidentemente), los ciudadanos denuncian que se omiten detalles, y se minimizan las causas, con el fin de deslegitimar las manifestaciones. Por lo visto, solo los medios digitales o independientes per sé, han denunciado fuertemente los abusos de poder, las verdaderas causas de las marchas y las razones de raíz.


Cada vez que una protesta tiene lugar, el mensaje que se envía al resto de sociedades es de respaldo e incentivo, para reclamar por lo ‘propio’, por lo ‘justo’. Estos impulsos sirven de antesala, no para protestar sin sentido, y por tendencia, sino porque las situaciones lo ameriten. De igual manera, estas corrientes de rechazo han ido alarmando a los gobiernos, pues han demostrado que no 'si el pueblo se lo propone', el Estado no tiene cómo contrarrestarlo. De hecho, y a modo de opinión, para que Colombia tenga un suceso similar se necesita de una unión como pueblo, sin ideologías, que una a la sociedad, con la finalidad de denunciar aspectos necesarios, como la corrupción o el aumento en la brecha entre clases.

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SC Periodista.

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