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El reto de las prácticas laborales

  • Foto del escritor: SC Periodista
    SC Periodista
  • 29 sept 2019
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 20 oct 2019

La práctica laboral es uno de los temas que más preocupa a los estudiantes universitarios en la actualidad; en especial a quienes se encuentran finalizando su carrera y ven cada vez más cerca este requerimiento para poder obtener el diploma. Que si pagan, que cuánto duran, que si realmente importan, que si es posible seguir en el sitio: este primer reto profesional lleva consigo varias implicaciones que deben entenderse en específico, para así asumir su valor en general.


En Colombia, el Ministerio de Trabajo, por medio de la resolución número 3546 del 2018, regula y establece los mínimos fundamentales de las prácticas laborales, tratadas desde la Ley 1780 del 2016. Se definen como una actividad propia -aún- de la formación académica y profesional de los estudiantes, que induce a la aplicación práctica de los conocimientos adquiridos durante el proceso de formación. Con estas, se busca orientar la vinculación académico-profesional: continuar con el aprendizaje estudiantil, mientras se desarrollan habilidades de un campo específico, que determinen logros y falencias del estudiante, en aras de enderezar, de manera óptima, su proceso educativo.


Para empezar, tener un contacto y reconocer de primera mano la realidad laboral revalidará la decisión de haber escogido la carrera apropiada; que del papel a la acción se cumplan las expectativas, o no, determinará el quehacer profesional de ahí en adelante.


El tema económico, directa o indirectamente, influye al elegir las prácticas. De este se debe esclarecer primero que todo que, de acuerdo con la resolución, ninguna práctica puede ser paga. Como estudiante no se puede tener un salario o sueldo perteneciente a la empresa con la que se esté vinculado. Lo que sí se permite es que las compañías otorguen un auxilio al estudiante, para apoyarlo en el desarrollo de su actividad formativa; esta ayuda corresponde generalmente a la movilidad del practicante.


Frente al tema de querer o buscar una práctica con estos auxilios, salen dos vertientes. En primer lugar, varios profesores y colegas, aconsejan al estudiante que no se preocupe aún por el tema monetario, puesto que es menester adquirir la experiencia que en un futuro lo haga acreedor de buenos ingresos. Por otra parte, están quienes sugieren que se debe, desde una vez, establecer como un punto clave el tema monetario; señalan que, de no ser así, las empresas que los contraten podrán sacar beneficio del trabajo gratis, y como consecuencia, infravalorar el actuar de los practicantes. "Prostituyen su trabajo", expresaba un colega.


Sin embargo, hace no mucho, en ese proceso de orientación, dialogué con un profesor, trabajador de un medio de comunicación del país, y me aconsejó hacer las prácticas en un sitio donde recibiera bonificación alguna, puesto que ir a una empresa en donde no se tiene predestinado un dinero para el practicante, reduce fuertemente sus posibilidades de permanecer; en otras palabras, este hecho demuestra si el rol del practicante es asumido como un cargo de rotación. Evidentemente, se trata de una percepción, no generalizada, pero sí fundamentada desde la experiencia.


Ahora bien, el factor temporal es de notable importancia, ya que va muy de la mano con el valor otorgado a las prácticas. Su duración no debe ser mayor a seis meses; pero, no por eso debe verse como “el último escalón para por fin acabar la universidad”, sino que tiene que asumirse como el primer paso dentro del mundo laboral. Por ejemplo, un colega, invitado al taller de prácticas de mi universidad, enfatizaba en que las prácticas debían hacerse en el sitio donde uno deseara estar siempre. Pero bueno, lo que se debe analizar es qué tan factible resulta.


Retomando lo dicho por el profesor, su intención al preponderar el valor monetario es, precisamente, buscar que la conexión laboral perdure y se pueda trasladar a terrenos post académicos. De hecho, uno de los temores más escuchados en este momento de transición, se resume en la pregunta "¿Y después de la práctica, qué?; porque, siendo honestos, gracias al respaldo institucional y gubernamental, realmente no es tan difícil (en comparación a años previos) la consecución de las prácticas.


Hoy por hoy, el verdadero reto es, finalizadas las prácticas, no pertenecer al 10,7% de colombianos que, de acuerdo con cifras recientes del DANE, no tienen un trabajo estable. Propiamente, la cifra que más compete y alarma a los estudiantes es la del 17,5% correspondiente a la tasa de desempleo de la población joven. Por ello, varios colegas insisten en aprovechar al máximo ese primer periodo de vinculación; ser muy proactivo y propositivo, para hacerse notar, es uno de los puntos que recalcan.


En lo personal, he percibido que el nombre "practicante" es un título que demerita la labor ejercida. Recuerdo que en una visita a un medio, el practicante a diferencia del resto de empleados, no tenía un carné propio con su información, sino que contaba con un documento predeterminado para quien fuese el practicante. Obviamente sería erróneo pensar o esperar que “el nombre” con el que se llega despierte la misma admiración que otros colegas con más experiencia se han ganado; sin embargo, que este título del que nos hacemos acreedores prevalezca por encima de nuestro nombre, no es la forma más digna de identificarnos. Igual, entendiendo un poco más cómo funciona el mundo laboral: no todo está a nuestro favor. Es cuestión de cada quién saber tomar esto como una motivación para afrontar el reto, o como una carga para la etapa que está por comenzar.


En conclusión, el resultado de la balanza entre pasión (gusto) y demostración (resultados) ha de significar en gran medida cómo se desarrollarán las prácticas laborales. Habrá muchas más aristas, incluso singulares, en las que hasta la suerte determinará el rumbo de cada uno de los practicantes que está próximo a enfrentarse a la vida laboral.

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SC Periodista.

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