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Brexit: La cuenta regresiva

  • Foto del escritor: SC Periodista
    SC Periodista
  • 17 sept 2019
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 17 oct 2019

Con un plazo menor a dos meses para concluir su proceso de salida de la Unión Europea, el Reino Unido sigue sin ver con claridad qué panorama le aguarda. El Parlamento Británico y el Primer Ministro se encuentran en una puja por determinar realmente qué es lo mejor para el país ahora.


Restan 45 días para que se cumpla el término máximo que posee el Reino Unido para culminar su proceso de separación de la Unión Europea (Brexit); sin embargo, esta coyuntura se ha visto bloqueada debido a situaciones particulares como, por ejemplo, el cambio de Primer Ministro, los puntos que están siendo tratados en el acuerdo interno, y las consecuencias vistas de carácter inmediato. Por ello, actualmente, pese a tener varios puntos claros, no es posible hablar con certeza de lo que va a pasar en la nación.


Después de ser convocado a mediados del 2016, se estableció como fecha límite el 29 de marzo de 2019 para que se concluyera de manera oportuna su salida de la comunidad; no obstante, esta caducidad debió revaluarse dado el voto de la Cámara de los Comunes del Reino Unido que le pedía al primer ministro solicitar a la Unión Europea una extensión del periodo para la negociación. ¿Por qué? Fue imposible llegar a un acuerdo. Así, la nueva fecha límite establecida es el 31 de octubre del 2019.


De manera general, para entender la actualidad del fenómeno político, hay que partir por entender su origen y contexto. Este acrónimo inglés de las palabras Britain y Exit, definido como el proceso que persigue el abandono británico a la comunidad europea, nace tras un referéndum celebrado el 23 de junio del 2016, donde un 51,9% de los votantes apoyó la decisión de separarse, mediante la invocación del artículo 50 de la Unión Europea.


Este triunfo establecía el posicionamiento de una corriente política euroescéptica que, en mayor o menor medida, manifestaba su desaprobación con la UE (a su vez, esta decisión electoral se entiende como una reacción xenófoba de los británicos). Su contraparte, que surge irónicamente como respuesta, es el movimiento pro-europeo que busca el fortalecimiento de la comunidad europea en general.


El referéndum correspondió a una promesa hecha durante la campaña de elecciones generales de 2015 del, para ese entonces, Primer Ministro británico, David Cameron, quien termina renunciando a su cargo debido a los resultados cosechados con su iniciativa, la cual, dicho sea de paso, había sido instada por el sector euroescéptico radical de su partido (Conservador y Unionista). Teresa May, quien se desempeñaba como ministra del Interior, sucedió a Cameron y se encargó de solicitar la prorroga vigente para la negociación, debido al rechazo del acuerdo preestablecido por parte de los miembros de toda la Cámara de los Comunes.


El tema que, actualmente, ha causado mayor retraso es el acuerdo que está gestando el gobierno inglés, y que posteriormente debe ser aceptado por el parlamento; dicho acuerdo ha sido rechazado ya en tres ocasiones, pues se ha calificado como insuficiente. A raíz de eso se ha abierto la posibilidad o intención, por parte del primer ministro, de obviarse dicho paso dentro de la implementación del protocolo de salida (lo que se denominaría Brexit duro).


Y es que, en términos específicos, los inconvenientes generados dentro del acuerdo corresponden, básicamente, a puntos previamente negociados por May, pero que con el posicionamiento de Boris Johnson (el 24 de julio del 2019, mediante las elecciones generales anticipadas que convocó Theresa), se fueron diluyendo de manera parcial. Tanto así, que un Brexit sin acuerdo parecía (aún es así) una de las mejores alternativas para reivindicar el coraje de los británicos.


Uno de los territorios con menor claridad respecto a lo que va a pasar es la isla de Irlanda; la denominada salvaguarda irlandesa, que ha sido un punto delicado para Johnson, busca reducir las tensiones fronterizas entre Irlanda del Norte (perteneciente al Reino Unido), y la República de Irlanda (miembro de la UE). Frente a esto, Sally Rodgers, docente educativa de Londres, considera que “no establecer la salvaguarda irlandesa podría significar un regreso a la violencia vista en Irlanda y el Reino Unido, en la década de 1970”. Esta acción, a la que Johnson, según medios europeos, en los últimos días se ha mostrado algo más flexible, se basaría en una frontera regulatoria del mar en Irlanda que haga innecesaria cualquier demarcación terrestre.


Uno de los puntos protagónicos es, sin lugar a duda, en manos de quién está la disputa. El ya mencionado Primer Ministro Británico, Boris Johnson, ha sido catalogado por el diario El País como una de las personalidades más singulares de la política internacional; y es que la forma de ser y actuar en la que se desempeña el actual líder del partido conservador, no podría haber resultado mejor argumento para ese galardón. Su abrupta forma de ejercer, evidenciada a la perfección en el Brexit duro, sus auto-comparaciones con el superhéroe Hulk, y sus declaraciones en Downing Street de que prefería la destitución antes de solicitarle a la UE una nueva prorroga, permiten entender por qué el país ha tomado ese rumbo.


El 16 de septiembre Johnson llevó a cabo una reunión informal con el presidente de la Comunidad Europea, Jean-Claude Juncker, en Luxemburgo; de entrada parecía un avance, porque era afuera del Reino Unido, y por tratarse del primer acercamiento entre ellos. Si bien se enfatizó en que sería, en otras palabras, un almuerzo de trabajo, las sensaciones que quedaron han sido, por boca de ambos participantes, positivas. De hecho, se intensificarán las reuniones en este mes, para evitar que el 31 de octubre no se haya establecido un acuerdo.


Pese a que aún existe una pequeña posibilidad de, incluso, permanecer en la Unión Europea, por cómo están las cosas, no se contempla como una alternativa creíble. Los posibles caminos que sí se ponen en consideración son, en primer lugar, llegar a un acuerdo; para ello, el proyecto de ley aprobado por la Cámara de los Comunes ha establecido que Johnson tendrá hasta el 19 de octubre para negociarlo en el parlamento.


Si no es así, lo estipulado sería, como pasó con May, que la Cámara le exija a Johnson que solicite la prorroga a la UE; sin embargo, también por el contexto de la coyuntura, la posibilidad salir de la unión europea sin acuerdo es latente. Ahora, para ser aceptada se requiere algo más que la voluntad británica. En otras palabras, que se acuerde de manera unánime con los demás miembros de la UE. No en vano Johnson ha mantenido diálogos con el presidente francés, Emanuel Macron, la canciller federal alemana, Angela Merkel, entre otros.


De lograrse, esto implicaría el abandono inmediato de la Unión aduanera y del mercado único, marco legal establecido para facilitar el comercio dentro de la comunidad europea. Con esta posibilidad en el radar, políticos, economistas, expertos, al igual que conciudadanos, como Sally Rodgers, coinciden en que sería un desastre para la economía del país. Mientras tanto, la otra cara de la moneda considera que las predicciones hechas son exagerados con esta alternativa; empero, el analista mexicano, Javier Tello, para el Noticiero Televisa en la sección “Es hora de Opinar”, justifica que para estos casos, es más que una obligación para los gobiernos tener cálculos extremistas y esperarse lo peor.


No son muchos los antecedentes que permitan si quiera establecer patrones en este proceso de separación; no se puede determinar con claridad si es normal o no que se haya demorado tres años en ejecutarse. Lo que sí se puede asumir es que a la Unión Europea no le conviene para nada que sus miembros se separen; por ende, debe encargarse de que se sobreentiendan los beneficios que hay al pertenecer a esta. Por ejemplo, Rodgers considera que tanto la agricultura, como la regeneración urbana y la investigación científica sufrirán sin los subsidios otorgados por la UE.


Las consecuencias más notables en el país son el aumento de la polarización entre los votantes a favor y en contra del Brexit, además de la intolerancia con los inmigrantes. Rodgers, como ciudadana, enfatiza en que se siente deprimida por la situación que están atravesando: “También me preocupa viajar en un futuro, y nuestra economía. Esto impactará de la peor manera a los más pobres”.


Entre más corta se haga la cuenta regresiva es más probable que acontezcan nuevos movimientos. Lo único cierto es que de cierto no hay nada para el Reino Unido. De estos posibles escenarios solo uno será elegido a finales de octubre.

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