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El año de la protesta

  • Foto del escritor: SC Periodista
    SC Periodista
  • 29 oct 2019
  • 8 Min. de lectura

Actualizado: 3 nov 2019

La manifestación no distingue país, causa, sentido, ni finalidad: es una sola. En ocasiones tan poco frecuente y en otros momentos tan desgastada: esta acción, propia de las democracias, responde al rechazo de las injusticias o desigualdades, llámense corrupción, crisis, violencia, entre otras.


En esencia, las protestas, marchas y/o manifestaciones representan la exhibición pública de la opinión de uno o varios grupos activistas que, sin importar su enfoque (político, económico, ambiental, etc.) se aglomeran en las calles para mostrarse como parte significativa de la población, que ha tomado una postura en torno a un suceso, una política, una denuncia, o inclusive una persona. Independientemente de sus causas, estos mecanismos de rechazo han acompañado a los gobiernos democráticos, prácticamente, desde su composición.


Si se habla en términos históricos, según registros del portal español “Muy Historia”, la primera vez que una protesta tuvo lugar, fue en el año 1152 a.C., durante el reinado de Ramsés III, último soberano importante del Imperio Nuevo de Egipto; allí, sesenta artesanos iniciaban una huelga, con la que se negaban a trabajar en el Valle de los Reyes, pues no habían recibido su salario alimenticio, correspondiente al último mes. Desde ahí, y seguramente sin que los trabajadores lo supieran, se daría origen a una de las gestas más significativas de las democracias, y que en la actualidad se utiliza y recrea, al parecer, con mayor frecuencia.


El éxito de una manifestación aumenta en consideración con la gente que participa; esta intención también se ha empezado a demostrar por otros nuevos escenarios, los virtuales. Se desconoce si esta es la época en la que más se está protestando; lo cierto es que atraviesa un momento en el que tecnológicamente es posible hacer más visibles estas denuncias. Es más, cada vez que una protesta tiene lugar, el mensaje que se envía al resto de sociedades es un impulso para reclamar por lo ‘propio’, por lo ‘justo’. Podría ser esa una de las razones para entender por qué el 2019 ha tenido al menos una protesta por mes; y varias de estas aún siguen firmes.


A comienzos de enero, en Venezuela, se iniciaron las protestas en contra del presidente Nicolás Maduro, debido a la crisis presidencial causada por el juramento con el que esperaba consagrar un nuevo mandato presidencial, de 2019 a 2025; en consecuencia, la Asamblea Nacional nombró a Juan Guaidó como presidente transitorio e interino. En sí, lo que desató las marchas en el país, y varias ciudades de Latinoamérica, fue la crisis presidencial, frente a las que se reclamaban elecciones libres, transición de Gobierno, y como tal, la dimisión de Maduro. Casi once meses después, la protesta perdura; los enfrentamientos han dejado 51 muertes y 850 detenciones.


Otra de las manifestaciones que aún sigue en pie es la de Haití; inició el 7 de febrero, en contra del Gobierno, a causa de la crisis política que vive el país, desde que se publicaron los informes de un tribunal, señalando a altos funcionarios de utilizar indebidamente 3800 millones USD, provenientes de un préstamo venezolano, de la compañía Petrocaribe. La cabeza del caso de corrupción es el mandatario del país, Jovenel Moïse; la finalidad principal de esta serie de protestas, que ha alcanzado la cifra de 77 manifestantes fallecidos, es su renuncia.


Para el 20 de marzo, el mandatario de Nicaragua, Daniel Ortega, había acordado con la Alianza Cívica, liberar a todos los presos políticos en los siguientes 90 días. Sin embargo, dicha promesa, precedida por unas negociaciones con este movimiento estudiantil, que alegaba abuso de poder y corrupción, no fue cumplida. Como consecuencia, se intensificaron las manifestaciones, y aumentaron las cifras de violencia a más de 320 bajas. En la actualidad sigue vigente la lucha en la que, además de los estudiantes, la Iglesia Católica, el movimiento feminista, el movimiento campesino, los medios de comunicación independientes, entre otros, han alzado su voz en contra de las reformas del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, y de los 15 años que lleva Ortega en el poder, desde su retorno en 2007 (mandato previo 85-90).


De igual forma, para finales de abril, en Honduras, la crisis político-social del país fue la que generó movilizaciones masivas de ciudadanos, en busca de la reivindicación de sus derechos. Sumándose a la tendencia de las protestas previas, esta va en contra del presidente Juan Orlando Hernández; piden su renuncia tras la aprobación de una ley de Restructuración y Transformación de los sistemas de salud y educación, lo que significó la privatización de hospitales e institutos públicos. Eso, sin dejar de lado las protestas con las que se había denunciado un presunto fraude en las elecciones generales del 2017, año de su posesión.


Por otra parte, y pese al aumento de seguridad de cara a las manifestaciones tradicionales del Primero de Mayo en París, convocadas por el movimiento de los Chalecos Amarillos y por sindicatos como la Confederación General del Trabajo, se causaron fuertes enfrentamientos entre manifestantes, infiltrados y fuerzas de orden público; en consecuencia, se detuvieron 249 personas, de las cuales 148 permanecerían bajo custodia. Asimismo, de acuerdo con el secretario general de la Confederación, se llevaron a cabo más de 200 marchas en todo el territorio francés ese día; ninguna presentó altercados superiores a la capital.


Al desplazarse alrededor de 9620 kilómetros hacia el sur-oriente, en Hong Kong, se evidenció a comienzos de junio, como parte del conflicto Hong Kong – China Continental, el inicio de las protestas en contra del Gobierno de la región (apoyado por la República Popular China), tras derogarse una ley de extradición dependiente de la RPC, la cual abría la posibilidad de que la ciudad autónoma se enfrentara a las leyes ordinarias de China. Con estas manifestaciones, aún vigentes, se busca exigir la retirada del proyecto de Ley de extradición, a raíz del temor de los habitantes de Hong Kong a ser sometidos a un sistema legal diferente.


Las manifestaciones dependen en gran medida de la persistencia que tienen tras de sí; no en vano, todas las luchas previamente comentadas siguen en pie. Sin embargo, para mediados de julio, se dio el histórico enfrentamiento entre el pueblo de Puerto Rico y su Gobierno. A pesar de no durar si quiera un mes, la serie de protestas en contra del exgobernante Ricardo Roselló, terminaron justamente, llevándolo a renunciar a su cargo y a cualquier intento de reelección. El choque fue originado por la publicación de conversaciones privadas del Gabinete de Roselló y sus colaboradores, en las que se habrían hecho comentarios homofóbicos, discriminatorios y de burla frente a víctimas del huracán María, de 2017.


También en el continente americano, una denuncia de violencia sexual incentivó la protesta feminista de México, que se etiquetó bajo el #NoMeCuidanMeViolan, debido a que el caso en cuestión apuntaba a la violación de una menor de edad, por parte de cuatro policías de Ciudad de México. “Llega un momento en el que la sociedad mexicana, en especial las mujeres, se hartan de no poder salir a la calle; se citaron con un fin en común, que es protegerse así mismas. Es que son cifras alarmantes”, explica Zarai Domínguez, estudiante de Ciencias de la Comunicación, de la Universidad Nacional Autónoma de México. El 12 de agosto fue la primera cita; cuatro días después se volverían a concentrar, para manifestarse.


Posteriormente, en la penúltima semana de septiembre para ser exactos, se realizaron las manifestaciones por el cambio climático, en varios países del mundo, como respuesta a la preocupación generalizada sobre el futuro del planeta. Esta serie de movilizaciones, liderada por la Red de Clima estudiantil de Reino Unido y por la joven activista Greta Thunberg, es concebida como la de mayor representación global, pues tuvo presencia en más de 150 países, y dejó un registro de casi 7 millones de participantes, en ambas citas (20-27).


Ya en octubre, las manifestaciones han venido aumentando alrededor del mundo; responden a un descontento social, distinto en lo particular, pero similar en su demostración. El 2 octubre iniciarían las protestas en Ecuador, a raíz de un alza en los impuestos y en la gasolina, como respuesta a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional; los actores principales de la protesta fueron los indígenas, los transportadores y los estudiantes. En palabras de Germán Vanegas, residente en Quito, “la protesta fue tan fuerte, que el Gobierno tuvo que ceder, y derrocaron la medida”. Además, Vanegas, dueño de una peluquería en la ciudad, contó que se vio afectado por las medidas de control (toque de queda, etc.) que se fueron aplicando, durante los doce días de paro: "aunque lo apoyo, definitivamente, el paro terminó atacándonos en el sector económico".


A mediados del mes, en Chile comenzaron las movilizaciones en contra de la desigualdad económica, por los altos costos de vida. La medida que “colmó la copa” fue la subida del precio del metro, explica Camila Castro, estudiante colombiana que a raíz de las protestas debió abandonar su semestre de estudios en la Universidad Andrés Bello, en Santiago. De hecho, esta protesta ha sido una de las más controversiales, pues Sebastián Piñera, presidente de la nación, decretó Estado de emergencia, pidió perdón al pueblo chileno por su falta de visión, y recientemente, solicitó a ministros de su gabinete que renunciaran a sus cargos. “El abuso de poder por parte de los milicos y carabineros (militares y policías chilenos, respectivamente) es muy alto. La gente no se deja, pero es difícil”, concluye Camila.


En la tercera semana de octubre se celebraron las elecciones generales en Bolivia, entre Carlos Mesa, Chi Hyun Chung, Oscar Ortíz y Evo Morales, actual presidente del país, y a quien se le acusa de tener una candidatura ilegal, pues perdió en el referendo convocado para cambiar el artículo de la Constitución Política del Estado que dicta que el presidente no puede ser elegido más de dos veces. Pese a esto, las elecciones se llevaron a cabo con normalidad. "Con un computo del 83%, los bolivianos fueron dejados sin resultados por más de 20 horas", cuenta Davi Arteaga, estudiante de diseño gráfico, en Santa Cruz. “Hasta ese momento se perfilaba una diferencia de votos de 43,8% para Evo Morales y 38% para Carlos Mesa, lo que anticipaba una 2da vuelta. Pasadas las 20 horas, el cómputo oficial comenzó desde 0%, pero ahora perfilando cada vez más el voto hacia el partido de Evo Morales, con el fin de lograr pasar el 50% y evitar una 2da vuelta”, denuncia. Pese al aumento económico promediado del 4,9% anual de Morales en sus 13 años de mandato, las protestas bolivianas responden a “la clara violación a nuestra Constitución, el fraude electoral de un candidato ilegal y a la desaparición de la democracia que años atrás costó recuperar”, concluye Davi.


Sin embargo, Latinoamérica no es el único continente que en la actualidad está presenciando fuertes protestas. La coyuntura en Barcelona, donde líderes independentistas fueron condenados, por el Estado español, tras haber convocado un plebiscito de independencia, el 1 de octubre del 2018, con la activación del artículo 155 de la constitución, reaviva el derecho de la protesta como manifestación del pensamiento separatista. El catalán Jordi Gil Torrents, director de hotelería, comenta que "las protestas han iniciado porque estamos en desacuerdo con la condena a los presos políticos". Sin embargo, el Gobierno español no comete ningún delito al hacer respetar su constitución; frente a esto, Jordi explica que las protestas van a ir "hasta que se logre un referéndum que sea respetado y permitido por el Estado español, y se pueda votar".


En concreto, todos los casos en mención, al igual que los del Líbano, Medio Oriente, causado por las alzas en servicios de comunicación (redes sociales), el de Iraq, donde la gente está exigiendo una mejora notable en los servicios públicos, y demás casos de menor visibilidad, representan la esencia de las protestas como acto legítimo, que por más violencia que pueda causar, por más infiltrados que pueda tener, o por más caos que pueda generar, permanece como acto de opinión -masiva- de las sociedades en respuesta a sus dirigentes.

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SC Periodista.

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