top of page

Esperanza argentina

  • Foto del escritor: SC Periodista
    SC Periodista
  • 10 nov 2019
  • 6 Min. de lectura

El país suramericano atraviesa una de las crisis más importantes de la última década; malas gestiones, políticas descontinuadas e incluso la suerte han hecho del panorama gaucho uno más oscuro, en comparación a mandatos previos. La fe o responsabilidad ahora se ubica sobre el peronismo, que vuelve unificado y con experiencia. ¿Será suficiente?


La fórmula peronista Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner gana, en primera vuelta, las elecciones presidenciales de Argentina. El domingo 27 de octubre, su coalición Frente de Todos, que tiene en su eje al Partido Justicialista (peronista), los sectores peronistas y no peronistas del Kirchnerismo y al Frente Renovador, alcanzó un total de 12.473.709 votos, que porcentualmente se tradujeron en el 48,1% de las votaciones, y establecieron como presidente electo a Fernández (pues si un candidato obtiene más del 45% en primera vuelta, gana los comicios), quien superó por ocho puntos porcentuales (2.003.102 votos) a Mauricio Macri, que pese a sus aspiraciones de reelección, deberá dejar el cargo de presidente el 10 de diciembre.


El primero en reconocer los resultados fue, justamente, el actual mandatario; “será una transición ordenada”, reconoció en su centro de campaña, en la ciudad de Buenos Aires. Minutos después, desde el búnker de su coalición, Alberto Fernández, en compañía de Cristina de Kirchner y su equipo de trabajo, manifestó que “El gobierno volvió a manos de la gente (…) Vamos a construir la Argentina igualitaria y solidaria que todos soñamos; la que nos merecemos”. De igual manera, y correspondiendo a lo dicho por Macri, Fernández expresó que el día siguiente, lunes 28, se reuniría con el aún mandatario, en la Casa Rosada, para colaborar con todo lo necesario en la transición de poder, dada en medio de la crisis económica que atraviesa el país.

Si bien la situación se mantiene distante de lo que fue la peor crisis de su historia: en el 2001, se espera que una transición ordenada sea la clave para, precisamente, evitar tales niveles. Ante esta situación, queda la importante relación histórica en la que una vez más el peronismo, y una vez más el Kirchnerismo, vuelven al poder en medio de una crisis económica.

El primero fue instaurado desde el 46 por el militar Juan Domingo Perón, único presidente electo en tres ocasiones, y quien además, se caracterizó por gestar sistemas públicos de salud y educación dignos, y por favorecer al sector trabajador y a las mujeres; el movimiento peronista se consolidó como la corriente popular más importante de la historia del país, la cual hizo frente a periodos y políticas de inmensas grietas y desigualdades sociales. De hecho, Rocío, estudiante de abogacía en la Universidad Nacional de José Clemente Paz, menciona que a pesar de haberse prohibido por un tiempo, y de la muerte de Perón, el peronismo “nunca va a dejar de existir o de ser mencionado porque inculcó muchos valores en los sectores más vulnerados, mediante derechos que adquirimos en sus presidencias”.


El segundo, mucho más reciente (2003), y si se quiere, consecuente a la corriente anterior, es un movimiento político de orientación mayoritariamente peronista, que sin embargo, a raíz de sus 12 años y 6 meses (seguidos) de mandato, se establece como la corriente que reúne los postulados ideológicos principales del expresidente Néstor Kirchner y la exmandataria, y ahora vicepresidenta electa, Cristina Fernández de Kirchner; precisamente fue este movimiento el que llegó al poder para atajar las problemáticas y hacer resurgir al país de la crisis del 2001; ello despierta algo de esperanza por parte de los argentinos, en este nuevo mandato.


Daniel Pardo, enviado especial de la BBC Mundo a Argentina, hace un análisis de las elecciones, y menciona que “una vez se supo lo sospechado – la victoria de Fernández-, en muchas partes de Buenos Aires se prendió el fuego de las parrillas, sonó la pólvora y se entonaron los cánticos peronistas en clave futbolera”; los seguidores peronistas estaban de celebración porque su corriente volvía al poder tras 4 años de interrupción. Rocío explica que el peronismo ha buscado, por ejemplo, que “por medio de justicia social, la gente tenga el derecho a disfrutar de un asado los domingos”; de ahí que a este movimiento popular lo identifiquen con estas prácticas de algarabía y desenvolvimiento.


Sin embargo, para la dupla Fernández-Fernández dicha celebración no fue mayor a unos pocos días; la gran preocupación radica en, más allá de una transición ordenada, el delicado contexto en el que Macri entregará el poder: una inflación del 60%, duplicada desde que asumió el mandato; y es que, internacionalmente hablando, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), únicamente Venezuela y Zimbabue, tienen una tasa mayor. Como consecuencia directa, el alza de los precios ha intensificado y aumentado porcentualmente la pobreza en el país, pues uno de cada tres ciudadanos (el 37% de la población) posee bajos recursos. De igual manera, la economía se encuentra en una profunda recesión, por la que el FMI estima que la nación terminará el año con un crecimiento negativo del -3,1%, aumentando así el desempleo.


Por otra parte, la deuda externa que tiene el país con el FMI también ha aumentado significativamente: pasó del 53% del Producto Interno Bruto al 81%, en la actualidad. A esto se le suma la “restricción externa”, que significa la escasez de divisas, o en otras palabras, la falta de cantidad y disposición de dólares para los ciudadanos; Argentina, al no producir los suficientes dólares que puedan sostener su economía, ha tenido que buscar otras soluciones: o se endeuda aún más o controla estos capitales. Actualmente, ha llegado el punto en donde se deben aplicar ambas, prácticamente porque no se puede controlar su crecimiento; es más, desde que Macri asume el poder, hasta ahora, esta divisa ha quintuplicado su valor. A esto se le suma la costumbre argentina de ahorrar en dólares (retener e impedir una fluidez) y preferir estas divisas por encima del peso nacional, debido a las tantas devaluaciones que este último ha presentado.


Justo después de conocerse los resultados electorales, el Banco Central anunciaba un “cepo cambiario”, restricción con la que los argentinos solo pueden acceder a US$200 al mes, pero que tiene como finalidad frenar el alza; aunque Fernández no sea partidario de esta medida (lo mismo pasó con Macri, que al comienzo de su gobierno retiró el cepo aplicado por Cristina), debe ser consciente de que se ha logrado contener el avance del dólar, e incluso se ha retraído un poco. En julio, el presidente electo manifestaba que el cepo significaba “ponerle una traba a una puerta giratoria: evita la salida de dólares, pero también la entrada”; por ende, la manera en la que afrontará el desafío de qué hacer cuando terminen las restricciones establecidas a final de año, será un reto más para la política de la dupla Fernández-Fernández. Sin mencionar el opaco espacio internacional que en la actualidad posee el país, y que, dicho sea de paso, fue uno de los factores que más quiso mejorar Macri, pero que por motivos ajenos, no pudo traducir en resultados convincentes.


Con un panorama así, es normal que ciudadanos -incluso abiertamente peronistas- como David Noseda, funcionario de la defensoría del Pueblo de Granadero Baigorria, asientan que es un reto asumir la presidencia en estas condiciones; incluso, señala que “es un fierro caliente hoy la patria”. Justamente, esta situación explica tanto la derrota de Macri, como la victoria de Fernández: en primer lugar, el líder del partido Propuesta Republicana, paga el costo de no haber cumplido con su principal promesa de terminar con la volatilidad económica; en adición, el peronismo, que con la victoria de Macri se había debilitado y dividido, decidió estratégicamente reparar las grietas y unirse de cara a las elecciones. En este punto, la inesperada jugada de Cristina, al asumir el rol de vicepresidenta, fue posteriormente aplaudida por la astucia que demostró, pues Alberto, un político moderado, pero con peso propio y quien, a diferencia de ella, no presenta acusaciones de corrupción, se perfilaba como la mejor opción para derrotar a Macri.


Es una derrota que se entiende y adjudica por su “incapacidad bastante grande para manejar y estabilizar la macroeconomía”, según comenta la analista política María Casullo a la BBC. Fue más que evidente el exceso de optimismo, primero: demostrable por sus promesas irreales de ‘pobreza cero’ y de que acabar con la inflación sería lo más fácil de su mandato, y segundo: justificable en su falta de experiencia pues, antes de iniciar su camino en la política en 2001, dedicó la mayor parte de su vida a ser empresario y dirigente del club de fútbol Boca Juniors. En conclusión, Maristella Svampa, socióloga y ensayista política, señaló a la BBC que “Macri no pensó un país con todos los sectores sociales adentro, sino que lo pensó con una serie de exclusiones que afectó a mucha gente".


Ahora en manos del peronismo y del kirchnerismo está el deber de reestructurar la economía argentina. Fernández declaraba en campaña que buscaría ayudar a pequeñas y medianas empresas a salir adelante, teniendo en cuenta que con Macri más de 21.500 cerraron en el país; además, se comprometía a cerrar acuerdos con todos los sectores productivos, para intentar contener el fuerte aumento de la inflación; frente a esto, Bernardo Laconis, profesor de historia de la Universidad Nacional de La Plata, dice sentirse esperanzado, pues el talante de los peronistas es de negociación y reconciliación, ya que piensan en un bienestar colectivo. Para esta coyuntura, además de esperanza, lo que, sin duda, deben tener los argentinos ahora es la capacidad de unión, que tanto Fernández como Macri han reconocido, es necesaria para salir delante.

Comments


  • twitter
  • facebook
  • instagram

SC Periodista.

bottom of page