El rastro Uigur
- SC Periodista
- 19 oct 2019
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 20 oct 2019
En evidencia han quedado las represiones a las que son sometidos los Uigures, una de las diez minorías musulmanas de China, por parte del Gobierno de la República Popular. La divulgación de este contenido ha generado diversas reacciones en torno a esta práctica, que para nada es nueva en el gigante asiático.
Los sometimientos a los que ha venido enfrentándose la comunidad Uigur se han dado a conocer por medio de un vídeo captado por un dron, y posteriormente subido a la red social YouTube. “War on Fear” se denomina el canal donde se publicó el material el 17 de septiembre; el video, titulado Xinjiang: a New Explanation, va acompañado del mensaje: “Nuestro objetivo es luchar contra el miedo. La sociedad actual siempre vive bajo la supervisión del gobierno con alta tecnología. La gente pierde su libertad”.
En los casi dos minutos de duración queda retratada la manera en la que son tratados los Uigures: sentados en el piso, con la cabeza rapada y con los ojos vendados; además, se puede ver cómo son rodeados por fuerzas -al parecer- militares, mientras los trasladan en fila. Frente a esto, el Gobierno, reconocido por su callosidad, y las autoridades regionales se pronunciaron calificando de ‘normal’ el contenido, basándose en que “el combate decidido contra el crimen se da de acuerdo a ley y es una práctica común en todos los países”, según un comunicado dado a conocer por CNN.
De todos modos, para poder abarcar esta situación de manera más puntual, es necesario profundizar en temas en específico, como es el caso del grupo Uigur. Una comunidad étnica turcomana, ubicada principalmente en la Región Autónoma de Sinkiang, en China, pero que también encuentra miembros en Kazajistán, Kirguistán, Uzbekistán y Bélgica; se estima que su población total sobrepasa los 20 millones. Como se mencionó previamente, son musulmanes; y aunque no son la comunidad musulmana más grande (Huí,) a partir del año 742 d.C. iniciaron el proceso de conversión hacia el Islam suní. De ahí, solo un pequeño porcentaje estaría a favor de la separación de China, y apoyaría mecanismos más radicales, de ser necesario. Desafortunadamente, para la comunidad en sí, el contexto chino generaliza y aplica la "reeducación", de una forma para nada convaleciente.
Desde la imposición del comunismo, hace 70 años, debido a la derrota de la República China, el territorio asiático se empezó a caracterizar por la manera en específico de realizar y tolerar posturas diferentes a las de ellos, en cabeza de su presidente Xi Jinping. Desde 1949, se entiende, comenzó esta represión que provocó el exilio de millones, a otras partes del mundo como Estados Unidos, Suecia, Australia o Turquía; quienes han permanecido en el territorio han sido testigos de las consecuencias y represalias de las fuerzas de seguridad.
Si bien lo que ocurre internamente es en su mayoría de desconocimiento internacional; las sospechas de que se llevan a cabo prácticas inhumanas en algunas ciudades, y con determinadas minorías, han ido en aumento. El caso más reciente es la denuncia de un grupo de abogados, en junio, sobre el uso de los miembros del grupo espiritual Falun Gong como banco de órganos, donde casi se provoca un genocidio. Y bueno, para el caso específico de los Uigures y las otras comunidades de pensamiento distinto al de la RP (como los Kazajos), el Gobierno se basa en vínculos -no tan manifiestos- con organizaciones como el Estado Islámico, y en su momento Al Qaeda, y en actividades separatistas radicales, para dar pie, justamente, a los denominados centros de reeducación, donde estas personas son enviadas para “curarse”.
Según el reportaje de Playground, ¿Por qué China ha recluido a un millón de musulmanes en campos de internamiento?, estos centros existen desde 2014; en ellos se internan uigures de forma arbitraria, donde deben cumplir con una rutina militar y procomunista, además de repetir sus consignas durante horas; por si fuera poco, desconocen cuándo podrán volver a su hogar. Y es que de no aceptarlo, significaría pasar cerca de 12 horas esposados, o recibiendo torturas, como el waterboarding (submarino), según denuncias. De acuerdo con cifras de la ONU, uno de cada diez uigures está bajo tal represión.
Sin embargo, existen otras formas menos drásticas para coartarlos, y al menos estas sí no son negadas por el gobierno. En primer lugar se habla del cierre de mezquitas: punto remarcable, pues en China se puede profesar una religión diferente a la tradicional solo en espacios privados, pensados para eso, como el hogar o las mezquitas; toda manifestación religiosa de esa índole en espacio público se castiga. A su vez, la prohibición del velo, de la barba en los hombres y de que los jóvenes de ahora tengan un nombre de procedencia musulmán. Esto, y la también prohibición de festividades como el Ramadán, y la clausura de escuelas religiosas, generó en 2009 protestas que fueron reprimidas fuertemente y que dejaron un saldo de más de doscientos Uigures sin vida. No obstante, no fue sino hasta el nombramiento del gobernador de la provincia, Chen Quanguo (reconocido por su papel en la represión del Tíbet), en 2016, que las persecuciones se intensificaron.
Desde confiscar sus pasaportes para que no puedan viajar, aplicarles tecnología de reconocimiento facial en estaciones y buses para controlar sus movimientos, o incluso confiscar sus teléfonos móviles para tener acceso a información privada corresponde a décadas de violencia separatista, según ha dicho el Gobierno. Asimismo, China, que se cree con el poder de controlar hasta lo que no ha pasado, argumenta que es un deber anticiparse a estas personas antes de que cometan un crimen, dice Zhang Zhisheng, de la oficina de asuntos exteriores de Sinkiang, en el reportaje de la BBC, Uigures en China: cómo es uno de los centros de reeducación para supuestos extremistas. Y pese a enfatizar en que no se trata de prisiones, sino de centros de formación, Xu Guixian, funcionario del departamento de propaganda de Sinkiang, relata en el mismo documental que su objetivo es reinsertarlos en la sociedad como ciudadanos respetuosos de la ley.
Ahora bien, estos centros han despertado el malestar de gran parte de la comunidad occidental. Para Mónica Bernal, formadora del Estado y educadora en la universidad de los Andes, estos videos son una clara muestra de lo salvaje que se puede llegar a ser, excusándose en la educación. Justamente Mónica, quien está acostumbrada a tratar con poblaciones vulnerables muchas veces excluidas de la sociedad, resalta que combatir a las minorías con represión es lo más nocivo y deslegitimizador para cualquier formador. Por su parte, la ministra de exteriores australiana calificó de “profundamente perturbador” el video donde se evidencian tales prácticas; a su vez, el Gobierno de los Estados Unidos, en el marco de una nueva negociación que dé fin a la guerra comercial, ha aprovechado este momento de inestabilidad china, para repudiar los actos y sancionar con la restricción de visados a “cómplices” y empresas chinas (en su mayoría de tecnología en reconocimiento facial). Finalmente, Uigures de otros países se han citado en, por ejemplo, Bruselas, para manifestar su rechazo a estos actos “deshumanizantes”.
En contraste, el creador de contenidos Jabiertzo, en su video ¿Campos de concentración en China? La situación de los musulmanes uigures, hace eco de las declaraciones de presuntos usuarios chinos que, respondiendo al reportaje de la BBC, contextualizan un poco respecto al modus operandi del país. Ethan Shen, por ejemplo, explica que “no es más que un centro de formación. Yo viví en la escuela durante seis años. Solo volvía a casa una vez al mes. Era más miserable que ellos; yo sí que viví en una cárcel”. Al igual que Shen, existen otros denunciantes dentro del blog de Jabiertzo, que permiten comprender mejor las condiciones a las que se someten, no únicamente los reprimidos Uigures, sino quienes tienen acceso a cierta educación.
Sin embargo, no se puede desconocer la realidad que hay detrás del video de denuncia. Ya que, contrario al contenido de la BBC, en esta ocasión China no tuvo cómo prepararse para dar su mejor cara; básicamente, porque no fueron ellos quienes buscaron el dron. De modo que, la sensible problemática que existe con la comunidad musulmana no debe ser minimizada. De acuerdo a las denuncias, la mayoría de los Uigures no están ahí por deseo propio; tienen que pagar con creces la influencia de su historia, en sus pensamientos y creencias. Lo que para el gobierno es un error, lo están pagando como si fuera un crimen. Todo esto, siendo testigos de cómo, poco a poco, su huella se va perdiendo.
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