¿Qué hay detrás de un analgésico?
- SC Periodista
- 17 sept 2019
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La multinacional Jhonson & Jhonson tendrá que pagar una condena monetaria por publicitar analgésicos sin advertir de riesgos de adicción que sus componentes podrían causar. La demanda, apenas resuelta, fue realizada por el estado de Oklahoma y tuvo lugar en el 2017.
En Estados Unidos, la empresa multinacional Jhonson & Jhonson ha sido condenada a pagar 572 millones de dólares por concepto de indemnización, tras reconocerle culpable del excesivo consumo de opioides de prescripción con efectos negativos, en el estado.
El veredicto emitido el 23 de agosto por Thad Balkman, juez de distrito de la ciudad de Cleveland, quedará en la historia como el primer juicio estatal que busca responsabilizar a una empresa farmacéutica por una de las más alarmantes epidemias de salud en la historia de EE. UU. Según Balkman, “la crisis de los opioides ha devastado el estado de Oklahoma”.
Y es que, al ser el primer caso estatal en llegar a juicio, seguramente reforzará demandas similares que se han presentado en otros 40 estados, además de uno en una corte federal.
¿Qué es esto de la crisis de los opioides?
El abuso y la adicción a los opioides, hoy por hoy, significan una crisis nacional que afecta mayoritariamente al sector de la salud pública. De acuerdo con la Sociedad Estadounidense de Médicos Intervencionistas en dolor, Estados Unidos representa el 5% de la población mundial, pero consume el 80% de los opioides del mundo. Declaraciones de expertos a Caracol TV, suponen que los medicamentos prescritos para el control del dolor pueden ser igual o incluso más letales que la misma heroína (que posee el mismo endógeno).
Los opioides son sustancias procedentes de la semilla de la amapola. Su función es actuar sobre los receptores de opioides en el cuerpo, tanto en la médula como en el cerebro, para reducir la intensidad y/o percepción del dolor. Asimismo, estas sustancias afectan áreas del cerebro, encargadas de controlar las emociones, por lo que es posible una disminución incluso mayo de las señales de dolor.
El principal problema con estos agentes es que pueden generar dependencia física (abstinencia) y adicción (acción compulsiva). Si bien existen distintos tipos (los analgésicos recetados, la heroína y los opioides sintéticos, como el fentanilo), todos tienen una composición química similar. Sin duda, uno de los más peligrosos es el Fentanilo, el cual tiene una potencia de entre 50 a 100 veces mayor que la morfina; según cifras del Instituto Nacional en abuso de drogas (INAD), entre el 2013 y 2014, causó, por sí mismo, más de 700 muertes en Estados Unidos.
Per se, los opioides pueden generar efectos secundarios como somnolencia, niebla mental, náuseas, estreñimiento y lo más preocupante: respiración lenta, que podría causar, por sobredosis, la muerte por asfixia. Además, el consumo de opioides durante el embarazo, puede llevar a casos con síndrome de abstinencia neonatal: es decir, bebés adictos que nacen dependiendo de este agente.
La facilidad con la que los médicos prescriben estos medicamentos es un factor determinante a al hablar de esta crisis. Sin embargo, esta cuestión ha ido cambiando; los especialistas en un principio (años 60) eran más reacios a hacerlo por temor a efectos secundarios.
¿Cómo se llegó a hablar de crisis?
Sobre la década del 90, las campañas farmacéuticas apuntaban al convencimiento y tranquilidad de la comunidad médica. Los médicos empezaron a recetarlo con mayor flexibilidad. Sin conocer las adicciones que estos analgésicos podrían causar, se empezó a abusar de su uso.
Actualmente, de acuerdo con la INAD, entre el 21% y 29% de los pacientes que han sido recetados con opioides para tratar dolores crónicos, lo usan de forma inapropiada, lo cual también es causal de una adicción; por ejemplo, alrededor del 6% de quienes los usan erróneamente, pasan a consumir heroína. Frente a esto, Fabio Bernal, químico Farmaceuta de la Universidad Nacional de Colombia, y propietario del laboratorio Lafont, señala que algunos pacientes pasan de consumir codeína o morfina a consumir heroína porque se vuelven adictos a los derivados del analgésico. De hecho, cerca del 80% de consumidores de heroína abusaron antes de los opioides recetados.
José Sánchez, columnista del portal La Voz de Galicia, en su artículo “Vergüenza”, plantea que “Crisis es una palabra suave para describir más de 400.000 muertes por sobredosis de analgésicos en los últimos veinte años y una multitud incontable de adictos, algunos enganchados antes de nacer”. Por otra parte, Bernal menciona otra de las consecuencias de esta crisis, cuando explica que "para muchos adictos a la heroína o a la morfina, la droga se ha convertido en la causa directa de su comportamiento delictivo".
Sobre la demanda…
Por un lado, se encuentra la lucha de las personas que directa o indirectamente se volvió adicta o dependiente a estas sustancias; por el otro, J&J trata de defenderse ante la acusación de la publicidad de analgésicos sin advertencia de sus riesgos y consecuencias. Balkman dice en su veredicto que los fiscales de Oklahoma habían demostrado la contribución al perjuicio púbico por parte de la farmacéutica, al fomentar el consumo de estos calmantes.
En sí, el argumento de la acusación consistía en la “estrategia liberal” de distribución de opioides en la que había incurrido Jhonson & Jhonson, a partir de los 90. Drogas que permanecían reservadas para pacientes con dolor extremo, de recuperación delicada, desbordaron su consumo en hospitales, de manera, inclusive, recreativa.
El juez Balkman consideró que fue propiamente el laboratorio Janssen, una división farmacéutica de J&J, el que adoptó prácticas de “marketing engañoso y promoción de opioides”, causando desde la crisis de dependencia, pasando por un alza en los síndromes de abstinencia neonatal, para finalmente llegar a ocasionar muertes por sobredosis en el estado.
J&J se convirtió en la primera farmacéutica en ir a juicio. Los laboratorios Purdue Pharma y Teva Pharmaceuticals habían sido acusados bajo la misma demanda, pero Ambas compañías lograron acuerdos con el estado antes de pasar los casos a un estrado; Purdue pagó 270 millones de dólares y Teva negoció por alrededor de 85 millones. Cabe resaltar que la sentencia de J&J tuvo lugar tras no conformarse, la empresa, con un acuerdo extrajudicial, que significase un menor monto económico final.
Durante el proceso que se llevó a cabo en siete semanas, los abogados de Oklahoma acusaron a J&J de ser responsable, no solo de los medicamentos opioides que vendía: el parche fentanilo Duragesic y la píldora de tapentadol Nucynta, sino que además se le culpó por ser propietario de dos compañías que suministraban el producto, ingredientes o materias primas del narcótico, para la fabricación de sus propios analgésicos.
Finalmente, por inundar el estado con Opioides, Oklahoma, por medio del procurador general Mike Hunter, pidió al juez que emitiera un veredicto récord de 17.200 millones de dólares. Sin embargo, finalmente la sanción no representó siquiera una 3ra parte.
En gran medida, la reducción se debe a la defensa de J&J; durante el juicio argumentaban que sus drogas representaban una fracción de las consumidas en Oklahoma, y que la afluencia de heroína ilegal era la verdadera culpable de la crisis. Tras haber sido dictada la sentencia, la farmacéutica anunció que apelaría la decisión. En un comunicado oficial, el vicepresidente ejecutivo de la marca, Michael Ullman, planteó que “Janssen no causó la crisis de los opioides en Oklahoma, y ni los hechos ni la ley respaldan este resultado”.
Precisamente, Ullman calificó de errónea la aplicación de la ley de “perjuicio público”, la cual había sido ya rechazada en otros estados. Balkman, a su vez, manifestó que J&J usó la frase 'pseudoadicción' para convencer a los médicos de que los pacientes que exhibían signos de adicción, en realidad no sufrían sino de un tratamiento insuficiente del dolor". En conclusión, la multinacional sostuvo que no hizo nada malo y argumentó que el caso del estado era frágil porque este había creado una teoría de molestia pública salvaje para culparlos.
¿Médicos Implicados?
Según la sentencia de Balkman, J&J promovió sus productos entre médicos y pacientes mediante campañas de publicidad, asegurando que el riesgo de abuso sería bajo. Sin embargo, allí cabe la pregunta de si los médicos son cómplices, o más bien, una víctima más, teniendo en cuenta antecedentes como el del doctor Fathalla Mashali, acusado de fraude por prescripción irresponsable de opioides; recetaba oxicodona y otros medicamentos sin hacer siquiera exámenes que rectificaran la necesidad del uso de estos analgésicos. Frente a ello, Aldo Beltrán, médico cirujano de la Universidad Nacional de Colombia, menciona que "uno no puede caer en que la indicación de un medicamento o dispositivo sea influenciada por beneficios secundarios que me puede dar el proveedor".
También a las compañías farmacéuticas se les ha señalado de ejercer presión y popularizar cierto tipo de medicamentos, respondiendo a otro tipo de intereses. Así mismo, Beltrán señala que el tema de las dádivas ha existido siempre, pues explica que "hay compañías que dan dinero, viajes, patrocinan congresos, fiestas para incentivar al médico". Ciertas acciones hacen eco del concepto “antiético” de la demanda inducida; con esto, Beltrán menciona que hace unos años en Colombia se prohibieron tales estímulos, pero que, aún así, "las compañías todavía encuentran mecanismos legales para hacerlo".
¿Qué está por venir?
Lo dicho, este caso tendrá un impacto significativo en los juicios próximos a realizarse. La atención está puesta actualmente en Cleveland, donde fabricantes y distribuidores de drogas se verán enfrentados contra dos condados, en octubre. Por su parte, la sanción económica aplicada a J&J financiará un “plan de reducción” con el que se busca tratar la crisis en Oklahoma. Las autoridades atribuyen 6000 muertes por sobredosis de opioides, desde el año 2000. Se estima que para la próxima década, se puedan perder cerca de 500 mil vidas más, como resultado de esta crisis.
La cuestión es que, realmente, Johnson & Johnson es de las compañías que menor rol tienen dentro del mercado de analgésicos de opioides. Del 2006 al 2012, sus productos representaron el 8% del mercado de parches y bolsas de fentanilo, comprados por farmacias estadounidenses, conforme un análisis de datos de la Administración de Control de Drogas, llevado a cabo por Wall Street Journal. J&J representa una cuarta parte del 1% de este mercado.
Por su parte, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump prometió declarar (probablemente para octubre) una emergencia nacional por esta adicción; tal decisión fue dada a conocer previo a la noticia del retiro de su denominado zar antidrogas, Tom Marino, quien en un reportaje fue expuesto y culpado de promover una ley que dificulta a la Agencia Antidrogas (DEA) vigilar a las farmacéuticas que fomenten cierta disponibilidad de narcóticos recetados en las calles del país.
Así como Johnson & Johnson se mantiene en la lucha contra los casos de opioides, también se enfrenta a miles de demandas más que, por ejemplo, apuntan a daños por su polvo de bebé, entre otros productos farmacéuticos.
Todo esto hace preguntarse si la ciudadanía está realmente protegida con los controles que se les presentan a los fármacos en general. Si bien esta crisis es estadounidense, para nada es ajena a la realidad de otros países, inclusive Colombia, en los que, a la hora de comercializar un producto, pueden existir intereses mucho más importantes que sus orígenes y efectos.
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